El viernes, entre las 7:15 y las 7:30
partió mi mamá. Fue como les pedí a Dios y a la Virgen de Guadalupe: no
fue de asfixia y yo no lo ví. A mi padre le cerré los ojos. No deseaba
pasar por eso de nuevo. Ahora - por fin - descansa. Ya no sufre, ya no
toma una parafernalia de medicamentos, ya no se ahoga, no se asfixia.
Descansa y está con el único amor de su vida: mi padre. Fue su único
hombre, no conoció otro. Dios los tenga en su seno. Para mi fue muy duro
porque estaba sola al recibir la noticia. Pero tuve un ejército de
ángeles que me sostuvieron. Los nombraré por orden de aparición en mi
vida: Lic. Elena González, nos criamos juntas. Auxiliar de enfermería
Milka Pereira, también crecimos juntas: es la hermana de Roberto, mi
compañero de escuela, mi pareja de baile en el conjunto de danzas de la
escolar y mi noviecito de los 10-11 años. Lic. Araceli Giribón, colega joven de mi madre, trabajó en la Escuela de Enfermería que mamá
tenía. La excelente médica e igual amiga Dra. Fanny Barrera, a quien le
tocó la difícil misión de darme la noticia y, finalmente, Elisa, la
encantadora y cariñosa señora que nos ayudaba a cuidarla. A Elisa, Fanny
y Araceli, ¡GRACIAS! por ayudar a mi madre a irse de este mundo sin
sufrimiento. A todas, por sostenerme en el momento de darme la noticia. A
nuestra hermana ya, nuestra fiel Leo (Leonor), madre de mi ahijado, que
hace 40 años que está junto a nosotros y seguirá estando aunque desde
otro lugar, porque ahora su familia, es mi familia aquí en Durazno.A
Lucía, la compañera de Bernardo, mi ahijado, que al igual que yo, a sus
22 años ya era un paramédico, que le alegró la vida a mi madre con sus
tres soles: Rocío, Angelita y "la Pelito" (Jasmín) como le decía mamá a
la pequeñaja. A mi viejo amigo Miguel quien desde su puesto en la
Fundación FRIDLA, me proporcionó todo lo que, primero mi padre y luego
mi madre, necesitaron para tener una mejor calidad de vida. A la gente
de CAMID, a todos, a la Dra. Mara Corbo, por su sensata intervención en
el momento preciso. A la Dra. Laura Bonfrisco, por llenarnos de alegría
en cada visita. A la Lic. Vanessa Alonso por estar al pendiente, a las
auxiliares y los auxiliares que venían y ya eran de la casa. A los
funcionarios de oxigenoterapia, a Julio y Marquitos, los más viejos y a
los nuevos. A los técnicos Cristina y Javier. A mis médicos, que además
de ayudarme con mi enfermedad, me ayudaban a sacar fuerzas para sostener
a mi mamá: Dr. Jorge Romero, Dra. María José López, Ps. Gustavo
Esteves, todos los fisioterapeutas, al "Señor de las Agujas", Dr.
Claudio Piquinela, mi amigo y médico acupunturista. Mi hermana vuelve a
su vida a Montevideo. Dios me dio una misión aquí: cuidar de mis padres
en los últimos años de su vida. Mi enfermedad tenía ese fin: que yo
volviera a mis raíces. Hoy me siento muy triste, pero fuerte, entera:
cumplí con mi deber, aunque la enfermedad y vejez de mis padres
exacerbaran sus fuertes caracteras y mi propia enfermedad sacara lo
peor de mí. Durante 4 años, mi vida personal estuvo entre paréntesis.
Después de las 9 de la noche, en que ya no había quien se quedara con
mamá (Leo, Lucía, mi hermana, o Bernardo) yo dejaba de tener vida
propia. NUNCA, JAMÁS, dejé sola a mi madre ni diez minutos para ir a
buscar una Coca Cola. Dios lee mi corazón, conoció mi dolor, mi
sufrimiento, mi impotencia, mis malos actos, mis frutraciones... Me
perdonó mis errores no solo porque se lo pedí, sino porque me lo
demostró cumpliendo mi súplica de una muerte rápida y sin sufrimiento
para mi madre. Mis padres, ya reunidos con Dios, me dejaron grandes
cosas: VALORES MORALES, RAÍCES, ESTUDIOS, DESEOS DE SUPERACIÓN
PERMANENTES Y DOS VALORES FUNDAMENTALES: ALTRUISMO Y SOLIDARIDAD.
Gracias también al Padre Fabián, al Padre Sahid, a las Hermanas, a Rosa,
la encargada de la Rectoría Parroquial. A todos los que, de uno u otro
modo, estuvieron con nosotros. Ahora, a retomar las riendas de mi vida:
trabajo, estudio (mi ballet no lo dejo ni loca y debo preparar mis
clases), desafíos: proyectos varios ya en marcha y mi misión como
catequista y organizar mi Ítaca en Durazno, donde Dios disponga. Dios no
me dio hijos pero me dio alumnos: es hora de remangarse y empezar a
trabajar y a vivir un ciclo nuevo de vida. Gracias a los amigos de aquí
que me dejaron saludos y privados. Gracias por estar, por los llamados,
los sms. He empezado a trazar un nuevo círculo para mi vida. Dios sabe
qué me espera. Y a algunas cosas, como la vuelta a la docencia, la
espero con impaciencia. Para quienes fuman, sirva el ejemplo de la
historia de mi familia para que dejen el vicio, tal como lo dejé yo una
vez. Me retiro a descansar, que todavía hay muchos trámites que hacer y
estamos con la casa en plena refacción. Hasta mañana, Dios los bendiga.
monikkula Miércoles, 7 Marzo 2012 03:23
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