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sábado, 23 de junio de 2012

EL SONIDO Y LA FURIA

EL SONIDO Y LA FURIA

Creo que no hallaría otro título más adecuado que este para mi post de hoy. No es mío, claro. Es de Wiliam Faulker, el gran narrador norteamericano.
Sonido y furia son las tónicas de estas imágenes protagonizadas por adolescentes de países cercanos, que conozco, con los que tengo vínculos...
Y no puedo evitar pensar que si bien (hasta donde sé) no circulan en la red imágenes de los de mi país en semejantes desmanes, no significa que no ocurran.
Ya ocurrieron hechos como este aquí. Unos adolescentes que no pasaban los quince años destruyeron su Liceo a pedradas. No quedó un vidrio sano. Y he visto pelearse a jovencitas así, de ese modo, en la calle, en las cercanías del liceo.
Soy docente. Es mi pasíón, pero en un ambiente como ese, no se puede trabajar y ser eficaz en el trabajo. Ya fui insultada por un alumno delante de una funcionaria. Tenía quince años y se enojó conmigo porque le diije que se callara y se pusiera a leer un libro, que sus compañeros estaban trabajando en su prueba especial.
¿QUÉ LE PASA AL MUNDO?
¿Dónde están los padres de esos jóvenes, que así se tratan? ¿Por qué les permiten en sus casas tratarse así entre ellos, con esa grosería que luego deriva en violencia?
Veo cosas como estas a diario, aunque por ahora sin tanta virulencia, y me sublevan. Me sublevan porque a la TV se la deja entrar en la casa, no es obligatorio mirar TV todo el día ni programas iadecuados.
De igual modo la falta de respeto que tienen los jóvenes hoy a sus padres... Eso ocurre porque permiten decirles cualquier cosa. Si a la primera grosería se les pusiera el correctivo adecuado a su edad y formación, esto se reduciría....
Pero como dije una vez, comentando el caso del alumno que me insultó: Me siento como Al Capone, mientras ellos, son los Intocables...
Tiemblo pensando el futuro que nos espera....

En Argentina
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En Chile
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martes, 12 de junio de 2012

ENSEÑANZA/APRENDIZAJE


Mis padres todavía viven, aunque ya bastante mayores. Si bien hemos tenido los clásicos enfrentamientos entre padres e hijos que son normales y hasta sanos en toda familia, hay algo que me enseñaron de lo cual jamás renegaré.
Mis padres me enseñaron a ser buena persona Y yo me siento orgullosa de tal lección enseñada y aprendida. Porque tengo miles de defectos, pero si de algo puedo jactarme, es de ser buena persona.
Voy por la vida con la verdad en mis manos, en mi lengua, en mis ojos. Yo no sé mentir, ni fingir, ni engañar. Tampoco sé utilizar a las personas ni sacar provecho mal habido de ellas. En todo caso, si he recibido ayuda, es justamente por ser buena persona. Eso significa que en el 99% de las veces, estoy recogiendo lo sembrado.
Sin embargo, lamentablemente, ser buena persona cotiza a la baja en la bolsa de los valores en este mundo post moderno. Y en los últimos dos años he recibido más abusos de poder, más engaños y traiciones que en décadas.
Tal vez mi esquema mental sea demasiado simple: espero de los demás lo que doy. No ya lo que estoy dispuesta a dar, sino LO QUE DOY.
Jamás mi mano o mi lengua o mi inteligencia se puso del lado de la venganza. Jamás deseé mal a nadie aún estando muy herida porque siempre he creído que Dios sabe por qué hace determinadas cosas.
Pero todo tiene un límite. Y yo también. He soportado sin quebrarme muchas crisis en mi vida. Me gusta llamarme a mí misma una guerrera y siento que me representa en el tarot la carta de la Fuerza.
Hoy estoy quebrada. Muy quebrada, tanto que hasta mi físico se ha resentido. Yo, que jamás en 18 años de docencia había pedido licencia médica, el año pasado hube de hacerlo. Estrés... No por perseguir dinero para llenar mis vacíos existenciales con objetos materiales. No, no. Estrés por trabajar como burra para lograr al fin mi independencia económica, por estudiar más todavía para ejercer mejor mi carrera docente, por ser el apoyo incondicional de alguien a quien amaba y de quien esperaba solamente una verdad que no dijo.
No me arrepiento de haber dado siempre lo mejor de mí. Pero el dolor, la impotencia, la angustia, la soledad, la humillación, tienen que tener un límite. Tiene que venir de algún lado el límite, porque hay variables que no manejo y yo no puedo ya más con todo esto.
Gracias doy a mis padres por haberme enseñado a ser lo que soy: UNA BUENA PERSONA.
Aunque el sistema, el postmodernismo y los hipócritas me hayan quebrado, tengo algo que no me podrán quitar: DIGNIDAD.
  Jueves, 26 Abril 2007 01:26