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sábado, 23 de junio de 2012

Penélope/Odiseo en Ítaca


Llegar a Ítaca puede tener varias interpretaciones. En mi caso, es llegar a mi casa, a mi hogar. Así bauticé a mi pequeño lugar en el mundo, al que demoré años en llegar, "san ton Odissea" (como Odiseo), según canta Guiorgos Dalaras...
Pero cuando estoy en Ítaca soy una mezcla de Penélope y Odiseo. Cuando me siento a esperar que llegue la hora de ir a tal o cual sitio, mientras en mi tálamo yazgo y tejo y destejo sueños, proyectos, fantasías, soy Penélope. Pero cuando debo resolver pequeños (o grandes) problemas domésticos sola, de manera eficaz, rápida y sobre todo barata, me convierto en Odiseo fecundo en recursos, como lo llamaba Homero...
Quien nunca ha estado solo, quien nunca a vivido solo, suele creer que esa circunstancia tiene un encantador sabor a libertad y aventura.
Pero se olvida de las largas noches silenciosas, que ninguna música o tv pueden ahuyentar porque el silencio es interno. De igual modo desconoce las rutinas autoimpuestas y mecánicas que denotan una soledad que además de estar solo, es un sentirse solo.
La soledad puede ser una bendición cuando es necesaria, para juntar fuerzas para seguir luchando, para descansar y reponernos de enfermedades, para pensar soluciones a problemas, para estudiar, ¡para crear...!
Pero cuando es un estado no deseado, las ventajas desaparecen y mi amada y pequeña Ítaca parece un enorme desierto, donde siempre es de noche, hace frío y no hay voces que aununcien la llegada (¡al fin!) de Odiseo...
Seguiré los consejos de Kirie Kavafi y asumiré que no importa cuánto demore el viaje, siempre se arriba a Ítaca...

 Miércoles, 26 Noviembre 2008 15:46